lunes, 25 de abril de 2016

Una huésped peculiar

Comentario basado en La peste de Albert Camus.


     ¿Existe algo que pueda prepararnos para una catástrofe? a primera vista, resulta muy sencillo responder esta pregunta: no existe nada que pueda prepararnos para una catástrofe; es tan simple como que en una mañana más calurosa de lo normal, o en los desvelos de una noche solitaria, cuando nos encontramos atrapados por las monotonías de la vida, oigamos un llamado a nuestra puerta, decidamos abrir, y sea ella, la catástrofe, presentándose ante nosotros sin previo aviso, con un par de maletas y dispuesta a quedarse por un tiempo indefinido. Al principio todo luce tan absurdo que parece que la única salida es negarlo “Esto es tan absurdo que tiene que terminar”, pero a sabiendas de que esto no hará que la catástrofe se marche, comenzamos a entender que ya se ha instalado y que ahora solo queda hacerle frente “La peste es cosa de todos”. 
    Pero ¿cómo hacerle frente a algo que no nos ha tocado? ciertamente la catástrofe es una huésped bastante peculiar, de hecho al principio sabemos que está pero ni se siente, no es sino hasta que comienza a invadir de forma descarada nuestro espacio que sentimos la incomodidad, ya ha dejado de ser una abstracción, nos ha tocado y ahora sí hay que hacer algo para que se marche “...cuando se ve la miseria y el sufrimiento que acarrea, hay que ser ciego o cobarde para resignarse a la peste”. Sin embargo, hay dos grandes formas de luchar contra ella, pues en condiciones extremas la degradación humana puede desembocar en dos lugares: El primero, uno donde la desesperación se hace presente, y el hábito a la misma acaba por completo con nuestra sensibilidad, y los actos y atrocidades resultantes de dicha falta, pueden ser impensables en condiciones normales (Ejemplo: Ensayo sobre la ceguera - José Saramago). El segundo es todo lo contrario, aquí la desesperación también llega, pero no ocurre el hábito a la misma, aquí lo que ocurre es que los actos guiados por la solidaridad comienzan a contraatacar a la catástrofe, como es el caso de Orán, la ciudad fea que está construida de espaldas al mar, la misma donde lo raro es ver a la gente morir, aquella que una mañana recibe la visita inesperada. La peste se ha posado en cada uno de sus rincones. 
     Ahora bien, si en este caso habría que pensar en atribuirle un punto a favor a la peste, evidentemente sería el de unir a personas con fines distintos, y ponerlas a trabajar por un fin común “Estamos trabajando juntos por algo que nos une más allá de las 152 blasfemias y de las plegarias. Esto es lo único importante.”, de allí que la idea de buscar la salvación (Paneloux), preservar la salud (Rieux), encontrar la paz interior (Tarrou), o la felicidad que reside en los ojos de una mujer (Rambert), todas orillas muy distintas, deciden unirse bajo el mismo gran centro, el amor a la vida y las ganas de preservarla. Suena muy pretencioso eso de “darle un punto a la peste”, pero es que cuando ya nos ha tocado, y hemos sido testigos de lo sencillo que le es arrebatar sin contemplación cualquier destello de vida de los ojos de un niño inocente, lo increíble sería no tratar de hacerle frente, de buscar la forma de contraatacar. Ahora son nuestros ojos los que están más abiertos que nunca, y esto es algo que ella misma ha generado, ha sacado lo mejor de cada uno de nosotros, ha nacido la rebeldía “Entonces yo era muy joven y me parecía que mi repugnancia alcanzaba al orden mismo del mundo. Luego, me he vuelto más modesto. Simplemente, no me acostumbro a ver morir. No sé más.”. Pero rebelarse y decir que no, no significa renunciar, significa tocar la parte más humana de nosotros mismos, y luchar con ella adelante, incluso hasta el cansancio “-No, padre -dijo-. Yo tengo otra idea del amor y estoy dispuesto a negarme hasta la muerte a amar esta creación donde los niños son torturados.”. Pero el cansancio no es más que algo corporal, las ganas de vencer son aún más grandes, están alojadas en los corazones de los hombres, y alterar los corazones es algo verdaderamente difícil. 
     Después de la larga disputa, una mañana tan ordinaria como la del día en que llegó, la catástrofe decide marcharse de la misma forma, sin previo aviso. Dejando en nuestro entorno un desastre lo suficientemente grande como para recordar, y evidenciar que todo esto, efectivamente ocurrió. Resulta conveniente hacerse la misma pregunta del principio, nuestra respuesta sigue siendo la misma, cuando a la peste le pegue la gana volverán a salir las ratas, los ganglios volverán a hincharse, niños comenzarán a morir de nuevo, habrá nuevas despedidas, no las habrá incluso, y los hornos comenzarán a arder. Todo esto ocurrirá como antes, sin preparación alguna. Y cuando decida marcharse de nuevo, habrá que recomenzar, ahora conscientes de que la peste está dentro de cada uno de nosotros, y habrá que pedir que esta vez no sea la desesperación la que nos haga actuar, y que la solidaridad nos impida seguirnos contagiando los gérmenes, habrá que pedir que el amor nos siga respaldando, pues “Hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

Joe Reyes.
Caracas, 1 de abril. 2016.

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