miércoles, 13 de julio de 2016

El viejo, el joven y el prematuro

     Al hacerlo me aseguré de tener el cinturón bien ajustado, estas son cosas en las que no piensas cuando te encuentras en medio de los preparativos, pero que cuando ya todo esta listo, y estás a un paso del umbral de la puerta, aparecen. El momento se hace un lugar en tu cabeza y te susurra «voltea». Sentí que si lo hacía corría el riesgo de derrumbar un castillo de naipes que llevaba toda una vida construyendo, por otro lado, si no lo hacía jamás sabría como lucía aquel lugar el día que dejé de pertenecerle. «Solo un vistazo», me dije, y volteé. El día anterior me dediqué a ponerlo todo en orden, y así se había mantenido hasta este momento, el florero de mi mesita de noche ya estaba vacío, todas las perchas de la ropa miraban hacia un mismo lado dentro de mi closet y la cama estaba hecha, pero estaba llena de arrugas. Sobre ella, sentados, tres versos me miraban a los ojos y vaciaban de a poco el alma que tanto tiempo me había tomado llenar. El primero ya de muy avanzada edad, con una voz llena de perlas de plástico me reprochaba el hecho de haberlo dejado pasar cuando se presentó ante mí, y en sus manos tenía una pequeña historia de porcelana partida a la mitad. El segundo, con pupilas de reloj, decía lo mismo una y otra vez, cosas efímeras pero que me arañaban el páncreas, balanceaba su historia entre los dedos y de vez en cuando lograba atajarla en el aire cuando estaba a punto de dejarla caer. El tercer verso se comía su cordón umbilical y lo único que hacía era pedirme que le diera de comer, su historia estaba entre mis manos. 
     
     Había sido fuerte hasta ahora y sólo me había limitado a observarlos, pero la lástima me movía a querer atender a aquel verso anciano, a encaminar al verso adolescente, y a darle migajas de pan a aquel pequeño verso prematuro. Sus voces me llenaban el corazón de arena para gatos. 
     Pero ya el destino me tocaba la bocina, mi vida ya había comenzado su camino, y aunque me hubiese encantado traerlos conmigo, no había espacio para ellos en mi equipaje. No sé que habrá sido de ellos, pero no es una pregunta que me hago a diario, las dudas también se quedaron haciéndoles compañía. 


Joe Reyes.
Caracas. Julio, 2016.

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