martes, 3 de noviembre de 2015

Magdalena:

Cuando todas las luces se apagan, ella despierta. Maquilla su ojeras, se viste con la noche, y se pone en manos de la aventura. Cuando se juega con fuego, dentro de nosotros existen dos clases de sentimientos, uno es el miedo a quemarse, y otro es la excitación profunda de ser alcanzado por las llamas. Sea esto verdad o mentira, este no es el caso de Magdalena, en su pecho solo hay obligación, necesidad, necesidad de jugar con fuego para sobrevivir. Que viéndolo de ese modo, también es una forma de morir.  Y ella muere cada noche, mientras trafica besos, vende mordidas y gemidos fingidos. No hay tiempo para preguntarse si quiere hacerlo o no, solo lo hace y ya, no tiene opción. Tampoco hay tiempo para juicios, eso es cosas de manos divinas, las mismas que desde hace un tiempo parecen haberse olvidado de ella. Que nadie se atreva a llamarla mujerzuela, nadie la conoce, incluso ella se pierde a sí misma cada vez más con cada episodio de sexo a escondidas. Además, ella tiene claros sus argumentos, nadie puede mandar en su cuerpo, y mientras el sexo y los sentimientos no se vean involucrados, no hay de qué temer. Su arte consiste en desnudarse, hacer el amor, y ese polvo blanco le ayuda a olvidarlo todo, todo menos ese remordimiento que cuan larva, se come cada día un poco de su alma. Pero no sufras Magdalena, recuerda que antes de ti, ya hubo una, y ella también fue perdonada. Esta es tu vida, con la que mueres por las noches. Pero esas son cosas que ni yo ni los míos podremos entender, porque estamos de este lado de la historia, donde las luces nunca se apagan y las Magdalenas nunca despiertan. Es una lástima, las cosas son menos vergonzosas cuando nadie está observando.


Joe Reyes Caracas, 3 de noviembre. 2015.

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