jueves, 10 de marzo de 2016

Rapto:



L.M.

«Creo que he estado aquí antes» pensé cuando una luz enceguecedora hizo contacto con mis ojos en el primer momento en que los abrí, de todas maneras no estaba seguro. Las grietas de un papel tapiz negro a medio poner, dejaban ver un color tenue que cubría la pared de atrás, junto a mí, una mesa con una especie de animal mitológico de cristal, parecía hacer juego con la decoración tan abstracta de la habitación. No fue sino hasta que intenté levantarme, que noté la posición en que me encontraba, estaba sentado, y una especie de hilo rojo que concluí por llamar “mágico” (pues no importaba lo delgado que fuese, era lo suficientemente fuerte para resistir a todos mis intentos de zafarme), me cubría desde los muslos hasta mi pecho palpitante de excitación, atándome a una silla de madera tan gastada, que parecía amenazar con derrumbarse ante cualquier movimiento brusco. 
Concluí que era inútil seguir luchando, así que solo me relajé y dejé que mi espalda descansara suavemente en el dorso de la silla, y fue entonces cuando comencé a sentir que aquel frío en el ambiente poco a poco comenzaba a taladrar mis tobillos. De pronto, irrumpiste en la habitación, y todos mis vagos pensamientos finalmente tocaron tierra, yo estaba desconcertado, desbrujulado, era un signo de interrogación sin respuesta alguna, pero de algo si estaba seguro, jamás había podido borrar ese rostro de mi memoria. Tus ojos cafeinados hacían juego con la perfecta tez blanca de tu rostro, enmarcado por una línea de vellos que, sutilmente alineados, se asomaban en tus mejillas, tu cabello, un poco desordenado por la humedad del ambiente, lucía tan lacio como siempre, al mirarlo, casi podía recordar como mis dedos se perdían entre sus hebras aquella noche, cuando bailamos por primera vez, en tu mano izquierda llevabas un brazalete hecho con el mismo hilo rojo que me mantenía preso. En ese momento lo supe, supe quien eras y lo que me habías hecho. Tomaste una silla, y la colocaste paralela a la mía, me conoces tanto que sabes perfectamente como torturarme, así que solo te sentaste frente a mí y me observaste durante horas, haciendo gestos intencionados, tentando, y sabiendo que no podía tocarte aunque me quemaban las ganas de hacerlo. 
Casi sin notarlo, desde el exterior, una voz femenina con acento musicalizado, te hizo un llamado al que respondiste de una forma casi automatizada. Fue cuando desde afuera cerraste la puerta, que entonces comprendí dónde me encontraba, aquellas paredes eran las ruinas de un lugar que antes me atreví a llamar hogar, de pronto el hilo rojo comenzó a sentirse menos apretado, el frío dejó de taladrar mis tobillos, y la silla cada vez se hacía más y más cómoda, recordé que la última vez que estuve aquí no quería salir, y caí en cuenta que de nuevo iba a pasar aquí una larga temporada, no importaba ya todo lo que fuí allá afuera, pues aquí adentro era tu prisionero, solo eso. Me raptaste, y aquí comienza un juego de roles del que ninguno de los dos tiene el control, bien puedo perder, o puedo resultar victorioso, eso es algo que siempre he sabido, pero igual estoy feliz con el personaje que me fue asignado. 

Joe Reyes.
Caracas, 10 de marzo de 2016.
El hilo rojo del destino (Leyenda japonesa).

1 comentario:

  1. Creo que esta sería una versión de la vida real de una leyenda tan idílica como El hilo rojo del destino, la cual ha vivido en la esperanza de los infelices por generaciones, me encanta el juego de tensión en este verdadero hilo rojo, la sensación del personaje de estar en un lugar conocido, pero inseguro, es realmente un juego, desafortunado, pero al fin y al cabo juego que supongo es divertido para el personaje por lo cual no quiere abandonar lo que implica estar atado con el hilo.
    Pd1: está súper genial.
    Pd2: espero que estes súper bien. <3

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